Ana María Janer, Sierva de Dios

domingo, junio 25, 2006

Mi vida toda sacrificaré al servicio de mi Dios en...

...en la persona de los pobrecitos enfermos,...

“A los 16 años, Ana María Janer había entendido que nuestro Señor la quería Hermana de la Caridad... Ana María observó, con los ojos del alma, las actitudes, las manos estropeadas por el trabajo y el amor que movía el corazón de las Hermanas de la Caridad... Ella había entendido, ya desde su infancia, el amor de Dios y tuvo de Él una constante y fuerte experiencia. Se sabía amada de Dios y de cuantos la rodeaban. Este doble amor era para ella como el don de un único amor y una íntima llamada a devolver amor por amor...” (Humanísima, págs. 35 y 38)
El 25 de enero de 1819 entraba Ana María, con gozo de su alma y de sus padres..., en el Hospital de Cervera, llamado de Castelltort. Decía la regla del santo Hospital: “Cuidarán de asear, ayudar, servir a los enfermos y consolarlos procurando mirar en ellos la misma persona del Señor...”
...de los desvalidos, de la niñez,...
“El año 1836 debió ser un año de intensa oración para Ana María que había sido echada del Hospital...” (Humanísima, pág. 75)
Ana María podía esperar en casa de sus padres que llegaran mejores tiempos. Pero ella, urgida por su vocación, quiso seguir ayudando, haciendo el bien. Durante el curso 1836-1837 dio clases en el Colegio de Educandas de la calle Mayor, sin dejar de velar por las hermanas dispersas de quienes era ella responsable, en su calidad de superiora. (Cfr. Creyente y solidaria)

jueves, junio 15, 2006

Ana María Janer: Su proyecto fue vida


“Oh, sí, decía ella en sus adentros,
no seré del mundo; mis fuerzas, mi bienestar, mi vida toda
sacrificaré al servicio de mi Dios...

18 de diciembre de 1800. Nuestra Madre, Ana María Janer Anglarill, nació en la antigua ciudad de Cervera, capital de la Segarra, en España. Recibió de Dios el don de la vida haciéndose presente en este mundo para glorificar a Dios con su vida entregada.
Recibimos nosotros, sus hijos janerianos, el don de su vida.

“La niña recibió las aguas del bautismo al día siguiente de haber nacido... ¡Los dones y la gracia que el Espíritu derramaba en el alma de l’Agneta... prenderían, ciertamente, con fuerza!” (“Humanísima” pág. 17 y 20).

La Madre tiene conciencia del llamado del Señor y pareciera que ha experimentado su amor, pues sólo por amor, por ese amor y como respuesta a él (respondiendo amor por amor) puede expresar este deseo: “No seré del mundo, mis fuerzas, mi bienestar, mi vida toda sacrificaré al servicio de mi Dios...” Su vida ofrecida a Dios, entregada. Toda su existencia pasará a ser (por gracia de Dios) posesión de Él... como un verdadero sacrificio, holocausto: ya nada es para ella, ni sus fuerzas, ni su bienestar, ni su libertad... todo es para el Señor. Él es su dueño y Señor.

Comienza el proyecto con la clave de su existencia: Ser para Dios, Ser de Dios, consagrada a Él: su vida sacrificará al servicio de Él. Toda su vida, nada para ella, o, mejor dicho, todo para ella... todo el amor de Dios. La Madre sabe de esto... Pero sabe que es un camino, que el Señor así lo quiere. Pero Dios quiere todo. Y la Madre desea darlo todo. Pues el amor del Señor es lo que llena su corazón. Entonces, todo su corazón, todo su ser debe sacrificar como ofrenda, como oblación al Señor.

martes, junio 13, 2006

El Proyecto de Vida de Ana María Janer
......
“Oh, sí, decía ella en sus adentros,
no seré del mundo;
mis fuerzas, mi bienestar, mi vida toda
sacrificaré al servicio de mi Dios
en la persona de los pobrecitos enfermos,
de los desvalidos, de la niñez,
y si conviene procurarles los alivios corporales
cuidaré de ellos como una madre cariñosa;
darles vida santa y moralidad,
desarrollando sus facultades morales;
enseñarles nuestra religión sacrosanta, instruirlos,
hacerlos buenos cristianos y darle a Dios muchas almas,
esto haré yo hasta llegar al sacrificio.
Procuraré y practicaré, Dios mío, las virtudes religiosas;
El silencio, la caridad para con mis hermanas,
el sacrificio, la puntualidad, la santa pobreza;
seré casta como un ángel,
daré a Dios mi libertad, todo mi ser.
Tú, Señor, me darás gracia para serte esposa fiel,
que te ame mucho
y te sirva en la persona de los enfermos, desvalidos.
Tú, en cambio, en su día me dirás:
“Entra, porque estuve enfermo y me socorriste;
entra, porque tu lámpara siempre ardió”.